Cuando el portador del balón decide atacar a la defensa, jugar dentro de ella sabiendo que entrará en contacto con el contrario, toma la decisión bien porque forma parte de un movimiento técnico-táctico programado y ‘es lo que toca’ o bien, por decisión personal adaptándose (en contra de lo programado) a esa situación particular; ha leído el entorno y ha considerado que atacar a la defensa es la mejor opción en ese momento.
El caso es que cuando el jugador entra en contacto, se centra en ganar la lucha individual y, casi siempre, se olvida que la batalla no se acaba en el contacto sino que después de ganar la lucha por mantenerse de pie y mantener la posesión del balón, si no puede seguir avanzando, lo primero que se espera de él es que dé continuidad a su acción con un pase a un compañero en apoyo. Inmediatamente después, él mismo ha de reconvertirse en un apoyo efectivo del nuevo portador del balón, seguir siendo útil en todo momento.
Ganar la lucha del contacto es fundamental pero, en nuestros entrenamientos, propongo que no nos quedemos en los gestos técnicos. Hagamos entender a los jugadores que es necesario encadenar las acciones. Preparemos actividades acordes a ello de manera que el jugador, con o sin balón, busque siempre dar continuidad al juego.
Dando otra vuelta de tuerca, podemos trabajar la visión periférica durante el contacto para anticiparse a la defensa buscando esas rápidas opciones encadenadas de las que hablamos que aceleren la acción. No permitir que el contacto nuble la visión del jugador, ni que éste entre en un estado de ‘tunnel vision’ que le limite y que le impida percibir su entorno más cercano. Si unos segundos antes analizó la situación y tomó la decisión de atacar a la defensa, que siga analizando.